viernes, 20 de enero de 2012

WWW

Wow, desde noviembre me olvidé del blog :-/

Y hoy me pintó compartir parte de un libro, de esas partes que uno guarda en la memoria desde la juventud, una memoria que refresco cada tanto, para asegurarme de no olvidarla.

La familia Vignont, comía en su mesa en forma de media luna, mirando el hongo
descabellado como la serpientes de las gorgonas que marcaba el fin de una aventura
generosa. La señora Vignont había abierto una gran caja de ravioles con salsa de tomate,
los había hecho calentar al baño maría y los sirvió en su caja misma para que se
conservaran más calientes, decía ella, y en realidad porque así te andaba más ligero, no
ensuciaba una fuente, y entre nos, la etiqueta le importaba un bledo. Después de la
explosión, él puso la cara de un hombre que toma un aire melancólico para pronunciar
palabras de pesar y luego pasa a otras noticias. Desgraciadamente no eran buenas.
Sobre el frente de Manchuria había que temer. En Malasia una nueva ofensiva de... En
Berlín el hambre debido al bloqueo... En el Pacífico las dos flotas... En Kuwait el incendio
de los pozos... En el Cabo, los bombardeos de la aviación negra... En América del Sur...
En el Mediano Oriente... Todos los gobiernos hacían lo imposible para evitar lo peor.
Enviados especiales se cruzaban con mediadores en todas las alturas, en todas las
direcciones. Se esperaba mucho. La juventud estaba inquieta más o menos en todas
partes. No se sabía lo que quería. Ella tampoco seguramente. Los estudiantes, los
obreros jóvenes, los campesinos jóvenes, y las bandas de más en más numerosas de
jóvenes que no eran nada y que no querían ser nada, se reunían, se mezclaban, invadían
las calles, las capitales, cortaban la circulación, cargaban sobre la policía gritando: ¡No!
¡No! ¡No! ¡No! En todos los idiomas, eso se expresa por una palabrita explosiva, fácil de gritar. Lo gritaban todos, sabían eso, sabían que no querían. No se advirtió exactamente
cuáles fueron los que comenzaron a gritar el. "¡No!" de los estudiantes gondas
- ¡Pao! ¡Pao! ¡Pao! ¡Pao!, pero en unas horas toda la juventud del mundo lo gritaba,
frente a todas las policías.
- ¡Pao! ¡Pao! ¡Pao! ¡Pao!
En Pekín, en Tokio, en Washington, en Moscú, en Praga, en Roma, en Argel, en el
Cairo:
- ¡Pao! ¡Pao! ¡Pao! ¡Pao!
En Paris, bajo las ventanas de los Vignont:
- ¡Pao! ¡Pao! ¡Pao! ¡Pao!
- Esos jóvenes, yo los pondría a laburar... - dijo el padre.
- El gobierno se esfuerza... - dijo la cara en la pantalla.
El hijo se levantó, tomó su plato y se lo tiró a la cara. Gritó:
- ¡Viejo idiota! ¡Ustedes son todos unos viejos idiotas! ¡Los han dejado reventar con sus
idioteces!
La salsa chorreaba sobre la pantalla irrompible. La cara triste hablaba bajo la salsa de
tomate.
El padre y la madre, sorprendidos, miraban a su hijo transfigurado. La hija no decía
nada, no escuchaba nada, estaba absorbida por su vientre que no paraba de recordar la
noche anterior pasada en un hotel de la calle Monge, con un español flaco. Todas esas
palabras, ¿cuentan para algo? Su hermano gritaba:
- ¡Volveremos¡Los salvaremos ¡Encontraremos el antídoto! Yo, no soy más que un
idiota, pero los hay que sabrán. ¡Se les sacará de la muerte! ¡No queremos muerte! ¡No
queremos guerras ¡No queremos vuestras idioteces!
- ¡Pao! ¡Pao! ¡Pao! ¡Pao! gritaba la calle de más en más fuerte.
Y los silbatos de la policía, los estallidos blandos de las granadas lacrimógenas.
- ¡Yo soy zonzo pero no soy un idiota!
- Las manifestaciones... - dijo la cara.
Vignont hijo le tiró toda la caja de los ravioles y salió.
Dio un portazo gritando:
- ¡Pao! ¡Pao! ¡Pao! ¡Pao!
Lo oyeron en la escalera, luego se confundió con los demás.
- ¡Cómo es de estúpido este muchacho! - dijo el padre.
- ¡Qué buen mozo está! - dijo la madre.

Algún día, algo se va a romper. Algo va a pasar que ya no vamos a poder quedarnos mirando la pantalla idiotizados. Yo no voy a poder. Y espero que muchos más tampoco. Y saldremos a gritar. Y saldremos a decir "No. Basta." Saldremos a ocupar espacios públicos. Estemos atentos, porque no sabremos bien ni el día ni la hora. No se olviden. No perdonen. Somos muchos. Seremos más.

No hay comentarios: